Normalmente
cuando paseamos por el borde de una charca, podemos observar a las
ranas a cierta distancia, zambullirse en el
agua antes de llegar a ellas, y camuflarse para no ser detectadas.
En
este caso paseaba alrededor de una fuente en cuyo interior habia
apartados con plantas acuáticas, donde alguna que otra rana
tomaba el sol plácidamente. Me llamó la atención que al pasar por
delante de una de ellas se mantuviese inpertérrita y no se
introdujese en el agua.
Ante
tal evento le hice aspavientos con una mano no obteniendo resultado
alguno, luego arrojé en su proximidad unos chinorros, siendo el
resultado idéntico. Por útimo ante tanta pasividad decidí arrojar
un pedrusco que salpicara lo suficiente como para mojarla, solo
entonces la rana de un salto se introdujo en el agua.