Este
gorrión que desde el borde de la zapata de la dársena del
Guadalquivir en Sevilla, voló hasta posarse en tan curioso soporte,
debió atraerle la gran actividad de libéluas que reinaba entre las
algas próximas.
En
un momento dado levantó el vuelo e hizo por caer de sorpresa sobre
alguna, sin resultado positivo. Así que abandonó la empresa y se
perdió entre unos carrizos próximos.